Hubo un momento en nuestra vida en que la autenticidad con la que nacimos hizo “crack”. Posiblemente cuando nuestras necesidades no fueron cubiertas como esperábamos y aprendimos que para que nos vieran, debíamos llamar la atención del otro.
Entonces vimos que siendo un/a “niño/a bueno/a”, obedeciendo, cumpliendo las expectativas de papá y mamá teníamos la formula para tener su reconocimiento.
De aquí, aprendiste a detectar las necesidades ajenas (aunque a veces esto implique ignorar las tuyas). Y después, la habilidad de asumir un rol adaptado al gusto del consumidor. En definitiva, cada vez más ágil en ser cada vez menos tú.
Llegar a un grupo y gustarle a la mayoría es un arte, lo reconozco. Pero mira cuánto de ese carisma ahoga lo que verdaderamente ERES (y no lo que aprendiste a ser para conseguir más atención).
Y mira que te entiendo. Es totalmente lógico que usaras tu inteligencia en adaptarte para atraer a papá y mamá. Además, esto te aportó habilidades para relacionarte, seducir y ser aceptado por otros.
Y aun así pregúntate:
- ¿Qué coste tiene estar siempre disponible?
A pesar de entregarte a tope a tu público, ¿realmente consigues cautivar a todos? - ¿Cuánto hay de capacidad de adaptación y cuánto de necesidad de aprobación?
- ¿Qué fue de tu autoestima?

En mi experiencia, recuerdo con mucha más nitidez la potencia de gente auténtica y genuina. Personas con un magnetismo brutal, seguras de sí mismas, con criterio propio, que tienen por bandera ser como son, a pesar de que ser auténticos conlleve decir No a otros y, por ende, decirse Sí a ellos mismos.
Con la autenticidad, uno despierta AMOR. Con la pretensión de caerle bien a todo el mundo, ATENCIÓN.
Siendo genuino te eligen, necesitando la aprobación externa, te conviertes en un recurso, y con el tiempo alguien poco creíble y confiable.
Y créeme, corazón, hay un abismo entre uno y otro.
✨Eres único/a✨El día que lo veas como una ventaja el resultado es tan simple como potente: serás más feliz. 😊
¿Te ha gustado el post? 🙏¡Gracias por estar!